Entonces la multitud se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados mandaron que les arrancaran la ropa y los azotaran.
Después de darles muchos golpes, los echaron en la cárcel, y ordenaron al carcelero que los custodiara con la mayor seguridad. Recibir tal orden, este los metió en el calabozo interior y les sujetó los pies en el cepo. (Hechos 16: 16-40)