El perdón es un pilar central en la fe cristiana, reflejo del carácter y la misericordia de Dios. Desde el comienzo hasta el final de las Escrituras, se revela el llamado a perdonar a los demás tal como Dios nos ha perdonado a través de Cristo.
El perdón, en la perspectiva cristiana, no es solo un acto de bondad hacia los demás, sino un reflejo directo de la gracia divina que hemos recibido.
El perdón de Dios hacia nosotros
El acto más grande de perdón se ve en la obra redentora de Jesucristo. Romanos 5: 8 dice: «Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.» La cruz es el símbolo más poderoso del perdón, donde Jesús pagó por nuestros pecados, reconciliándonos con Dios. Este perdón es inmerecido y dado por gracia, no por nuestros méritos.
El llamado a perdonar a los demás
En el Padre Nuestro, Jesús enseña a sus discípulos a orar: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (Mateo 6: 12). Este versículo deja claro que el perdón hacia los demás es una condición para recibir el perdón de Dios. Si guardamos rencor, no estamos en armonía con el amor de Cristo. El perdón no significa que lo que se hizo estuvo bien, sino que soltamos el derecho de buscar venganza y confiamos en que Dios es justo.
El perdón como liberación
Perdonar a otros no solo es obediencia a Dios, sino una liberación personal. El rencor y la falta de perdón esclavizan el corazón, mientras que el perdón nos libera del dolor, la amargura y la carga emocional que el resentimiento trae consigo. Cuando perdonamos, estamos confiando en la justicia de Dios y dejando en sus manos la reparación de lo que ha sido dañado.