Noé no fue salvo debido a su propia rectitud moral, sino porque Dios, en su gracia soberana, lo consideró justo. Génesis 6:8 revela que Noé encontró gracia ante los ojos de Dios en una generación corrupta y perversa. Su justicia no se basaba en sus propias obras, sino en la obra redentora de Dios en su vida.
Dios vio el corazón de Noé, su fe genuina y su obediencia a pesar de las circunstancias desalentadoras que lo rodeaban.
El relato de Noé en Hebreos 11:7 enfatiza la centralidad de la fe en su salvación. Noé no solo creyó en la palabra de Dios sobre el diluvio inminente, sino que también actuó en consecuencia, construyendo el arca según las instrucciones divinas. Su fe no fue pasiva, sino activa y obediente.
Esta fe radical no solo salvó a Noé y a su familia de la destrucción, sino que también lo estableció como un ejemplo perdurable de la justicia que viene por la fe.
Este relato no solo nos recuerda la importancia de confiar en Dios en medio de la adversidad, sino que también apunta hacia Jesucristo como el único medio de salvación.
Así como Noé fue salvado por su fe en la palabra de Dios y actuó en consecuencia, nosotros también somos llamados a poner nuestra fe en Jesucristo, quien nos salva del juicio venidero y nos otorga la justicia de Dios mediante su obra redentora en la cruz.