Nahúm no escribió este libro como una advertencia o “llamado al arrepentimiento” para la gente de Nínive. Dios ya les había enviado al profeta Jonás 150 años antes, con Su promesa de lo que sucedería si ellos continuaban en sus malos caminos. La gente de ese tiempo se había arrepentido, pero ahora vivían de la misma forma o aún más impía de lo que lo hicieron anteriormente.
Los asirios se habían hecho terriblemente brutales en sus conquistas (colgando los cuerpos de las víctimas en astas y poniendo su piel en las paredes de sus tiendas entre otras atrocidades). Ahora Nahúm estaba diciéndole a la gente de Judá que no se desesperara porque Dios había pronunciado juicio y los asirios recibirían justo lo que merecían.
Una vez, Nínive había respondido a la predicación de Jonás y se volvió de sus malos caminos para servir al Señor Dios Jehová. Pero 150 años después, Nínive regresó a la idolatría, violencia, y arrogancia (Nahúm 3: 1-4).
Una vez más Dios envía a uno de Sus profetas a Nínive, predicando el juicio con la destrucción de la ciudad, y exhortándolos al arrepentimiento. Tristemente, los ninivitas no escucharon las advertencias de Nahúm y la ciudad fue puesta bajo el dominio de Babilonia.