La Santa Cena, también conocida como la Última Cena, es uno de los momentos más profundos y sagrados del ministerio terrenal de Jesús. En ella, Jesús no solo compartió pan y vino con sus discípulos, sino que dejó una enseñanza que trasciende el tiempo: la entrega total, el amor sacrificial y la comunión eterna con Dios.
✝️ 1. Un acto de amor incondicional
“Y mientras comían, Jesús tomó pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.”
Jesús sabía lo que estaba por venir: traición, dolor, cruz y muerte. Y aun así, eligió amar hasta el final. En lugar de retraerse, abrió su corazón. En lugar de huir, se entregó. En ese pan partido y en ese vino derramado, se escondía un mensaje claro: “Mi cuerpo será partido por ti, mi sangre será derramada por ti”.
La Santa Cena no fue solo una comida: fue una declaración de amor eterno.
🫓🍷 2. El pan y el vino: símbolos eternos
“Este pan es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.”
“Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.”
El pan representa el cuerpo de Cristo, entregado en la cruz. Al tomarlo, recordamos que Él cargó con nuestras enfermedades, nuestros pecados, nuestro castigo (Isaías 53: 5).
El vino representa la sangre del nuevo pacto, la cual fue derramada para limpiar nuestros pecados (Hebreos 9: 22). Ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. La cruz marcó el fin de los sacrificios animales y el comienzo de una relación directa y viva con Dios, por medio de Jesucristo.