En un mundo sediento de justicia, amor y verdad, Jesucristo, el único verdaderamente justo, fue traicionado por un amigo, abandonado por sus discípulos y condenado por los hombres que deberían haber defendido la verdad. ¿Cómo puede ser que el Salvador del mundo haya sido tratado como un criminal?
Judas, uno de los doce, vendió al Maestro por el precio de un esclavo. ¿Cómo pudo alguien tan cercano a Jesús dar ese paso? Y, sin embargo, ¿cuántas veces nosotros también le traicionamos por cosas pequeñas: un placer momentáneo, la aprobación de otros, el miedo?
Pedro, que juró fidelidad hasta la muerte, lo negó tres veces. No fue el látigo ni la cruz lo que lo hizo temblar, sino el temor de ser identificado como seguidor de Cristo. ¿Nos parecemos a Pedro cuando callamos nuestra fe por vergüenza o comodidad?
El juicio a Jesús fue una farsa. Testigos falsos, burlas, golpes y humillaciones. Y en medio de todo, Jesús calla, perdona y ama. No se defiende. No maldice. No escapa. Porque su objetivo no era evitar el sufrimiento, sino cumplir la voluntad del Padre: dar su vida por nosotros.
Y aquí está la gran paradoja cristiana:
🔁 El Inocente muere por los culpables.
🔁 El Rechazado nos abre las puertas del Cielo.
🔁 El Traicionado nunca nos traiciona.
🔁 El Condenado es quien nos libra de toda condena.
Jesucristo no fue vencido por la traición ni por la injusticia. Él entregó voluntariamente su vida para redimirnos. Fue traicionado y condenado… para que tú y yo podamos ser perdonados y salvos.