El Profeta Jeremías tuvo un mensaje muy difícil de entregar. Jeremías amaba a Judá, pero él amaba mucho más a Dios. Tan doloroso como fue para entregar un mensaje consistente en el juicio a su propio pueblo, Jeremías fue obediente a lo que Dios le dijo que hiciera y dijera.
Jeremías esperaba y oraba por misericordia de Dios para con Judá, pero también confiaba en que Dios era bueno, justo, y recto.
Nosotros también debemos obedecer a Dios, aún cuando sea difícil, reconocer la voluntad de Dios es más importante que nuestros propios deseos, y confiar en que Dios, en Su infinita sabiduría y perfecto plan, procurará lo mejor para Sus hijos (Romanos 8:28).