Ananías y Safira: ¿Buscas agradar a Dios o al hombre?

Ananías y Safira eran miembros de la iglesia primitiva. En ese tiempo, los creyentes solían vender propiedades y compartir el dinero con los demás para satisfacer las necesidades de todos, un acto de unidad y generosidad inspirado por el Espíritu Santo.

Sin embargo, Ananías y Safira decidieron vender una propiedad, retener parte del dinero para ellos mismos y entregar solo una parte a los apóstoles, alegando que estaban entregando todo.

Pedro, lleno del Espíritu Santo, confrontó a Ananías, preguntándole por qué había mentido al Espíritu Santo. Poco después, Ananías murió.

Cuando su esposa Safira llegó, no sabiendo lo que había sucedido, también mintió al ser cuestionada. Ella también murió al instante. Este evento causó gran temor en toda la comunidad.

La importancia de la integridad

Ananías y Safira no fueron castigados por quedarse con parte del dinero, sino por mentir y aparentar una falsa generosidad. Dios no pide perfección, pero sí sinceridad. En la vida cristiana, la integridad es esencial, ya que nuestro testimonio impacta a quienes nos rodean.

¿Estamos siendo verdaderamente honestos con Dios, con los demás y con nosotros mismos?

El peligro de buscar aprobación humana

Parece que Ananías y Safira querían la aprobación y admiración de la comunidad cristiana sin hacer el sacrificio genuino. A veces, podemos caer en el error de hacer cosas para impresionar a otros, en lugar de buscar la gloria de Dios. Esta historia nos recuerda que Dios ve nuestras intenciones más profundas.

El temor reverente a Dios

La muerte de Ananías y Safira causó temor en la iglesia, no un miedo paralizante, sino un temor reverente, una comprensión de la santidad de Dios y de la seriedad del pecado. En nuestra vida diaria, debemos recordar que Dios no solo es amoroso y misericordioso, sino también justo y santo.

La importancia de la rendición total

Aunque Ananías y Safira dieron una parte, no lo hicieron de todo corazón. Este acto parcial es una advertencia contra la mediocridad espiritual. Dios desea que entreguemos nuestras vidas por completo, sin reservas, porque Él merece todo de nosotros.