El temor y el orgullo de Jonás, causan que huya de Dios. Él no desea ir a Nínive a predicar el arrepentimiento a la gente como Dios le había ordenado, porque siente que ellos son sus enemigos. Él está convencido de que Dios no llevará a cabo su amenaza de destruir la ciudad.
En vez de ello, aborda un barco para Tarsis, que está en la dirección opuesta. Pronto una embravecida tormenta causa que la tripulación eche suertes y determine que Jonás es el problema. Ellos lo tiran por la borda, y es tragado por un gran pez.
En su vientre por 3 días y 3 noches, Jonás se arrepiente de su pecado hacia Dios, y el pez lo vomita en tierra seca (nos preguntamos qué le hizo tardar tanto en arrepentirse).
Jonás entonces hace el viaje de 800 kilómetros a Nínive y conduce a la ciudad a un gran avivamiento. Pero el profeta está disgustado (de hecho, hace berrinches) en vez de estar agradecido cuando Nínive se arrepiente.
Sin embargo, Jonás aprende su lección, cuando Dios usa un viento, una calabacera, y un gusano para enseñarle que Él es misericordioso.